Latinoamericano Seré Hoy y Siempre
By: Brian Jimenez-Luna
Illustration by: Alvaro Hernandez
¿Quién eres?
Por mucho tiempo no pude contestar esta pregunta y a veces siento que aún no puedo. Un día tuve la oportunidad de leer un ensayo escrito por el autor considerado el padre de la patria cubana y un ícono latinoamericano: José Martí. Su ensayo “Nuestra América” fue un sendero hacia la luz y la verdad.
Nací aproximadamente 150 años después de la guerra entre México y los Estados Unidos, la guerra en que los yanquis arrebataron los territorios noroestes de México, incluyendo el estado de California. De niño fui patriota norteamericano, orgulloso e ilusionado sin saber ni mi historia ni mis raíces culturales. Pero cuando empecé a estudiar historia más a fondo y desarrollar un amor por ella, ví la verdad y rechacé a mi identidad. Estuve vacío por un tiempo y sin saber quién era. A veces pensé que nací condenado a vivir en la oscuridad de una sombra de incertidumbre. Me llenaba de angustia cada día en no saber cuándo terminaría la tortura de encontrarme a mí mismo.
Por eso digo: soy latinoamericano. Yo llego primero de la tierra sagrada de América Latina y después de México
Por fin vino Martí con sus palabras majestuosas y frases elegantes. “Conocer es resolver…. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia.” ¡Cuánto tiempo esperé para encontrar este ensayo que llevaré en mi corazón por siempre! Martí se identificaba como indígena de latinoamérica por su mentalidad de ser latinoamericano. Los tales vendepatrias que buscan traer a la “Otra América” a sus patrias son criollos sin consideración a sus genes. Por eso Martí los llama “hombres de siete meses,” porque no han desarrollado lo suficiente para defender al continente y no ser cipayos por intereses foráneos que busca colonizarlos de nuevo. Estos mismos cipayos, que idolatran a Bolívar y a Martí, por ser libertadores de sus países y regiones, luego miran hacia los Estados Unidos cuando sus discípulos llegan al liderazgo de sus países. ¡Jamás se pudiera encontrar un grupo de gente más hipócrita!
“¿Cómo han de salir de las universidades los gobernantes, si no hay universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen.”
¿Cómo puedo ser un líder en mi comunidad si no tengo ni siquiera una sola idea de cómo ayudar a mi gente? Sé la historia de los norteamericanos, pero no conozco la nuestra. En mis primeros años de ser un estudiante universitario, me quedé con la identidad chicana, una identidad política, y no necesariamente cultural. Yo ya sabía que era mexicano, no había duda. Pero, ¿qué no es la meta querer la liberación de todo el continente? No puedo buscar la liberación de la comunidad mexicana si no busco la liberación de todo el pueblo latinoamericano. Así lo hubiera querido Martí.
Por eso digo: soy latinoamericano. Yo llego primero de la tierra sagrada de América Latina y después de México.
Qué rabia me da que un país tan hipócrita, que proclama valores de igualdad pero no llega ni siquiera a una pulgada hacia esa meta
No es que estoy rechazando la identidad de ser un “chicano”, sino que busco hacer prioridad la identidad de un ser “latinoamericano”, porque el continente de América Latina es de todos, y para todos. Lo que pasa en cualquier país latinoamericano me importa porque América Latina es una patria grande. Una patria donde cada uno, algún día, podrá vivir donde sea con seguridad y felicidad. Cuando uno está en llamas, me pongo a llorar, porque sé que la destrucción se radica en la influencia creada por la “Otra América”.
“¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus [indígenas], y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus [indígenas], y va de más a menos!”
El imperialismo, la violencia doméstica hacia la población indígena, las intervenciones, la tortura realizada en los países latinoamericanos por los lacayos de los norteamericanos, ¿no te enfurece? ¡Qué rabia me da que un país tan hipócrita, que proclama valores de igualdad pero no llega ni siquiera a una pulgada hacia esa meta, pueda conquistar países latinoamericanos y decirles cómo deben de gobernarse! Por eso nos advirtió Martí de la amenaza gringa, desde el fin del siglo XIX. Y por eso, sólo puedo decirle que gracias, mi querido Martí. Gracias por enseñarme la vía del futuro donde cada latinoamericano estará dedicado a liberarse del dominio imperialista. Gracias por dirigirme y darme la confianza para iniciar un nuevo futuro, no sólo para mí, sino también para las comunidades que busco ayudar. Siempre estaré agradecido por tu ensayo, y nunca te olvidaré.